viernes 03 mayo 2024

Huella de los afrodescendientes en México

El Archivo Histórico de la Ciudad de México resguarda una rica colección de evidencias que ilustran cómo a lo largo de los siglos, las distintas comunidades afrodescendientes que han poblado la capital han conseguido expandir sus esferas sociales y conquistar derechos, a pesar de haber enfrentado marginación en sus inicios.

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Con una herencia que se remonta a tiempos prehispánicos, esta fascinante bebida ha desempeñado un papel fundamental en nuestra rica cultura. Su arraigada presencia en el corazón del Centro Histórico ha sido meticulosamente explorada en este revelador artículo, que se enfoca en el periodo que abarca desde el siglo XVIII hasta el XX. Descubre más sobre esta tradición arraigada y su destacado lugar en nuestra historia en las siguientes líneas.

Primeros hospitales en el centro histórico de la Ciudad de México y de América

Historia de MéxicoPrimeros hospitales en el centro histórico de la Ciudad de México y de América

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México antiguo y el origen de los hospitales

En su detallada narración sobre las costumbres y tradiciones en la antigua Nueva España, fray Bernardino de Sahagún nos revela que en la majestuosa Tenochtitlan, el ámbito médico respondía al nombre de texoxotlaliztli. Encargado de mitigar las dolencias internas, el titícitl ocupaba el rol de médico general, tratando lo que se conocía como tlamatepatliticitl.

Para las labores quirúrgicas, se designaba al texoxotlaticitl, y las técnicas curativas se denominaban tepatiliztli. La adquisición de conocimientos médicos se realizaba mediante una enseñanza empírica, transmitida de una generación a otra.

Los relatos de los cronistas de la época han registrado los antecedentes hospitalarios. En sus escritos, el jesuita Francisco Xavier Clavijero alude a la existencia de la cocoxcalli o «casa del enfermo», un lugar al que acudían las personas en busca de sanación. Además, Bernardino de Sahagún identifica uno de los setenta y ocho edificios del Templo Mayor como etlatiloyan, dedicado al cuidado de los leprosos.

Eduard Seler, en su obra «Las excavaciones en el sitio del Templo Mayor de México«, sitúa aproximadamente este recinto en la actual República de Guatemala, cerca del Pasaje Catedral.

En esta primera era mesoamericana, la medicina estaba arraigada en la botánica, dando una gran relevancia a las plantas medicinales. Estas valiosas especies crecían en los jardines reales, ubicados en lo que hoy se conoce como las áreas de Madero, Isabel la Católica, Venustiano Carranza y Eje Central.

Sin embargo, tras la caída de Tenochtitlan, la situación experimentó un giro drástico. El contacto entre los habitantes locales y los soldados españoles propició el surgimiento de epidemias previamente desconocidas, como la viruela y el sarampión.

Además, emergieron enfermedades como el paludismo, la tosferina y la fiebre amarilla, que diezmaron de manera significativa a la población indígena.

Primeros hospitales de la Nueva España

En la época previamente mencionada, surgieron los hospitales novohispanos, y su relevancia es insigne debido a que, además de atender a necesidades específicas de salud, jugaron un papel crucial en la formación de una nueva idiosincrasia.

Es justo afirmar que, en estos hospitales, mayoritariamente administrados por líderes religiosos, se cimentaron los cimientos del mestizaje. Más allá de esto, estos recintos facilitaron el avance de la evangelización y la educación, medios a través de los cuales los colonizadores españoles propagaron sus creencias al tiempo que amalgamaban sus tradiciones con las de los nativos, dando origen a fusiones en lenguaje, cocina, arquitectura y más.

Este entorno sentó las bases de la tríada «iglesia-hospital-convento», cuyos servicios se brindaban alrededor de uno o dos patios o claustros, que a veces servían también como espacios de recreo para los pacientes. En la mayoría de los casos, estos edificios constaban de dos pisos: el nivel inferior albergaba áreas de servicio como cocina, despensa, refectorio (comedor), baños y lavandería, mientras que el piso superior estaba destinado a los enfermos. Asimismo, se consideraba la orientación de los servicios para garantizar una temperatura agradable y una buena ventilación en todas las habitaciones.

hospitales

Hospital de Jesús

En 1521, Hernán Cortés edificó el primer hospital en el continente americano en Huitzillán, conocido como «lugar de colibríes». Este sitio histórico marcó el encuentro entre Cortés y Moctezuma Xocoyotzin el 8 de noviembre de 1519, y fue consagrado en honor a la Inmaculada Concepción. Actualmente, este antiguo hospital lleva el nombre de Jesús Nazareno y se sitúa en la intersección de República de El Salvador, Pino Suárez, Mesones y 20 de noviembre.

En sus orígenes, esta institución funcionaba como un sanatorio destinado a los menos afortunados, y aquí desempeñaron sus labores los pioneros médicos y cirujanos de la capital novohispana: Cristóbal de Ojeda, Pedro López y Diego Pedraza. El patronato de este centro de salud, concedido por el papa Clemente VII (Giulio de’ Medici) en 1529, se perpetuó en la familia de Cortés y sus herederos.

Hospital de Jesús

A día de hoy, es el único de los hospitales históricos que mantiene su propósito de servir a la comunidad y conserva parte de su diseño original.

Aunque ha sufrido transformaciones significativas, especialmente durante el periodo postrevolucionario y en los años treinta del siglo pasado, cuando se realizó la apertura de la calle 20 de noviembre y la ampliación de Pino Suárez.

Hospital de San Lázaro

Hospital de San Lázaro

En 1524, tuvo inicio la operación del segundo hospital, el Hospital de San Lázaro. Ubicado en las afueras de la ciudad, en un espacio conocido como Tlaxpana, próximo a la zona que hoy ocupa el mercado de San Cosme.

No obstante, en 1528, Beltrán Nuño de Guzmán dispuso su demolición, justificando que el acueducto de Santa Fe, responsable de llevar agua desde Chapultepec, corría el riesgo de contaminación si los pacientes se aproximaban para abastecerse de agua.

Esta situación generó problemas significativos: la metrópoli experimentó un brote de lepra y carecía de un sitio adecuado para atender a los enfermos. Fue en 1572 cuando el doctor Pedro López, reconocido como el «padre de los pobres», propuso la construcción del nuevo Hospital de San Lázaro en el nororiente de la ciudad, en la localidad actualmente conocida como el barrio de La Candelaria.

Esta institución tenía la intención de satisfacer las necesidades de todo el territorio novohispano. Su estructura organizativa era distintiva.

La sección para varones estaba dividida en tres áreas: una para españoles y mestizos, otra para indígenas y una tercera en la que ambas categorías se mezclaban. En contraste, la sección para mujeres era un espacio compartido.

Al momento de ingreso, los bienes del paciente quedaban bajo custodia y administración, siendo devueltos únicamente si el paciente lograba recuperarse.

Hospital Amor de Dios

Hospital del Amor de Dios

Fray Juan de Zumárraga: Fundador del Hospital del Amor de Dios para Enfermos en 1539

En 1539, el ilustre Fray Juan de Zumárraga estableció el Hospital del Amor de Dios, dedicado a brindar atención a los afectados por sífilis, mal de bubas y mal gálico. Este centro de sanación recibía la protección de los santos médicos Cosme y Damián. La dirección del hospital recaía en un patronato liderado por el monarca, con supervisión eclesiástica del arzobispado. Anualmente, se informaba a las autoridades virreinales sobre la administración de sus activos.

Ubicado en el sitio de la antigua prisión del arzobispado, el hospital se erigió inicialmente en estos terrenos y posteriormente se expandió utilizando las casas pertenecientes al colegio de niñas indígenas. Sus instalaciones incluían secciones separadas para hombres y mujeres, una destinada a pacientes bajo tratamiento de unciones y otra para convalecientes.

Hospital Amor de Dios

En sus inicios, el hospital disponía de cuarenta camas. Sin embargo, hacia finales del siglo XVIII, esta cifra se había incrementado significativamente, alcanzando un total de ciento cincuenta camas.

En el año 1786, el arzobispo Alonso Núñez de Haro determinó el traslado de pacientes con sífilis a la sala de enfermos venéreos en el Hospital General de San Andrés. La falta de recursos para la construcción de un edificio especializado llevó a la decisión de convertir el espacio en la futura sede de la prestigiosa Academia de San Carlos en años subsiguientes.

Hospital real de San José de los Naturales

Hospital Real de San José de los Naturales

Este hospital, fundado gracias a una cédula soberana emitida el 18 de mayo de 1553, desempeñó un papel crucial al brindar atención médica a la población nativa en su momento. Su emplazamiento original yacía en las cercanías de lo que hoy se conoce como el Eje Central, precisamente entre las calles Victoria y Artículo 123. Actualmente, el área alberga la estación del metro San Juan de Letrán.

Durante los años 1576 y 1577, este recinto hospitalario desplegó sus numerosas salas para abordar una grave epidemia de influenza que afectó a la población. Es importante destacar que aquí se alcanzaron significativos avances en el campo de la ciencia médica.

Según el relato del cronista Agustín Dávila Padilla, en 1576 el doctor De la Fuente llevó a cabo la primera disección de un indígena en el Hospital Real de México. Esta acción se realizó en compañía de otros médicos con el objetivo de estudiar la enfermedad y aplicar remedios efectivos. A medida que las disecciones se volvieron habituales, el Hospital de Naturales adquirió un papel protagónico.

Hospital real de San José de los Naturales

Hacia el año 1762, el hospital ya contaba con un anfiteatro donde la Real Escuela de Cirugía llevaba a cabo dos estudios anatómicos cada mes. Además, las cátedras de anatomía y cirugía de la universidad se impartían en este mismo lugar. Más allá de su rol en la educación médica, este hospital albergó también el teatro Coliseo, donde se realizaban eventos con fines recaudatorios para brindar atención médica a los enfermos necesitados.

Con el paso del tiempo, la relevancia del hospital comenzó a menguar, y en febrero de 1824, sus instalaciones se adaptaron para albergar la escuela de agricultura. Finalmente, en 1933, se procedió a su demolición como parte de las obras de ampliación de la calle San Juan de Letrán.

Hospital de San Hipólito

Hospital de San Hipólito


En 1566, fray Bernardino Álvarez erigió esta institución pionera: el primer manicomio en el continente americano. La atención de este establecimiento estuvo en manos de la orden de San Hipólito de la Caridad, bajo cuyo nombre se reconoció desde su inicio.

Tras superar los desafíos turbulentos de la guerra de Independencia nacional, en 1821, la orden se desvaneció, pasando la administración hospitalaria a civiles. Este cambio reflejó la transformación más amplia de la sociedad, donde las instituciones de salud se traspasaron a las autoridades laicas.

Hospital de San Hipólito

San Hipólito ofreció sus servicios hasta principios del siglo XX, momento en que, conmemorando el centenario de la Independencia en 1910, surgió el Hospital General de La Castañeda al sur de la ciudad. Como resultado, este enclave histórico cerró, derivando a los pacientes hacia la nueva entidad médica.

Hospital de san Juan de Dios o de los Desamparados

Hospital de San Juan de Dios o de los Desamparados

En torno al año 1586, se erigió el Hospital de los Desamparados en el sitio previamente ocupado por la estructura conocida como Casa del Peso de la Harina, originalmente utilizada como almacén de harina. La gestión de este hospital fue asumida por la orden de San Juan de Dios en 1604.

Su claustro estaba enlazado a la sacristía de la iglesia de San Juan de Dios, lo que pronto le valió la asociación con este nombre.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, en la época del Segundo Imperio, estas instalaciones albergaron el naciente Instituto de Salud, destinado a la atención especializada de mujeres involucradas en la prostitución y se convirtió en un centro de referencia para el tratamiento de enfermedades venéreas.

De aquí nació su enfoque como Hospital de la Mujer. En 1931, el ex Hospital de los Desamparados obtuvo la distinción de monumento nacional y en la actualidad brinda espacio al Museo Franz Mayer.

Hospital Real de Nuestra Señora de la Pura

Hospital de Terceros de San Francisco u Hospital Real de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción

En 1717 emergió la necesidad imperiosa de establecer una nueva institución hospitalaria que tuviera como primordial objetivo la atención médica tanto para los miembros de la orden franciscana como para toda la comunidad en general.

Una vez obtenidos los preciados respaldos tanto reales como pontificios, los franciscanos emprendieron incansables esfuerzos para recaudar los recursos necesarios con el fin de materializar su encomiable propósito.

Esta labor fue llevada a cabo con una tenaz perseverancia que permitió la realización sin interrupciones de este grandioso proyecto. El hospital abrió sus puertas en el año 1760 y desempeñó su función hasta la segunda mitad del siglo XIX.

Como un detalle curioso y memorable, es digno de mención que en una de las estancias de este nosocomio trascendental falleció María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas Garfias, conocida comúnmente como la renombrada «Güera» Rodríguez.

Esta distinguida dama criolla ejerció un papel significativo como promotora del movimiento independentista. Debido a las reformas introducidas por las Leyes de Reforma, la administración de los hospitales dejó de ser responsabilidad de las órdenes religiosas.

En el año 1863, la gestión del Hospital de Terceros fue entregada a civiles, y, al igual que en otras situaciones, dejó paulatinamente de operar como una instalación hospitalaria para adquirir nuevos usos.

Esta edificación llegó a servir como la sede del segundo Imperio mexicano y posteriormente albergó la Escuela de Comercio, además de ser el hogar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Para el año 1900, el antiguo hospital desapareció para dar paso a la construcción del majestuoso Palacio de Correos, cuya construcción llegó a su culminación en 1907. Hoy en día, este edificio se alza como uno de los pilares más emblemáticos en el contexto arquitectónico del Centro Histórico.

Hospital de San Andrés

Hospital General de San Andrés

En 1572, los jesuitas llegaron a la Nueva España, estableciendo diversas instituciones educativas, entre ellas el noviciado de Santa Ana. Abierto en 1626 en la histórica calle de Tacuba, esta orden se transformó en el colegio de San Andrés en 1676. Sin embargo, en el siglo siguiente, los jesuitas cayeron en desgracia ante las autoridades debido a acusaciones de agitación política. El 2 de abril de 1767, por orden de Carlos III, fueron expulsados de la Nueva España.

Al mismo tiempo, una epidemia de viruela devastaba la población, lo que requirió la creación de un lugar para atender a los enfermos. Así, en 1779, el colegio comenzó a funcionar temporalmente como hospital. Esta decisión resultó sumamente exitosa y en solo dos años se oficializó como hospital general, con una capacidad que podía llegar a atender hasta mil pacientes.

El hospital de San Andrés se convirtió en el último establecimiento de su tipo bajo el dominio español en la capital novohispana, adoptando un enfoque moderno al brindar servicios a la comunidad en general.

Hasta 1861, el hospital estuvo bajo la administración de la mitra metropolitana, momento en que pasó a manos de las autoridades civiles. Su labor se expandió más allá de la medicina, convirtiéndose en un centro asistencial y educativo hasta 1905. Incluso, desde 1806, se impartió la cátedra de medicina práctica, auspiciada por el arzobispo don Francisco Javier de Lizana y Beaumont.

En junio de 1867, tras la ejecución de Maximiliano de Habsburgo en el Cerro de las Campanas, el cuerpo del emperador fue embalsamado en la capilla de San Andrés. No obstante, debido a problemas en el procedimiento, se tuvo que repetir el proceso, llevándose a cabo en dicha capilla.

En el primer aniversario de la ejecución, se realizaron homenajes a Maximiliano en San Andrés, acompañados de discursos en su memoria. Sin embargo, las autoridades liberales interpretaron esto como una connotación monárquica y, por ende, ordenaron la demolición de la capilla. Juan José Baz y Palafox se encargó de esta tarea, dando lugar a la actual calle Xicoténcatl, que separa el antiguo recinto del Senado de la República y el Museo Nacional de Arte.

Hospital de San Andrés

Un logro significativo del hospital de San Andrés fue el progreso en términos de equidad de género. En 1873, Matilde Montoya Lafragua inició sus estudios médicos bajo la tutela de Manuel Soriano, marcando un hito importante. Matilde Montoya Lafragua se convirtió en la primera médica de México, dejando un legado duradero en la historia de la medicina.

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